Aún así, hace unos días tomé conciencia de que hay cosas que nunca serán lo mismo y sí que me dan un poco de "nostalgia": se acabó descubrir comidas por el mundo en tascas de mala muerte, puestos de mercado o bares de barrio. De todos mis viajes guardo siempre recuerdos de "cuando comí....". Se acabó esa alegre espontaneidad que tanto me gustaba.
Pero bueno, voy a renunciar a ciertos momentos aventureros, no a probar la comida, claro.
Tras pensar todo esto, hace unos días, me estuve acordando de esas veces memorables comiendo algo típico, y me acordé de uno de esos platos que me encantaban en Inglaterra: la samosa. Y es que quizás la comida más típica del Reino Unido es la comida india.... divina.
El reto de la semana en mi cocina-laboratorio fue encontrar el sabor más parecido y autentico de las viciantes samosas que comí por allí.
El guiso ha sido sencillo, aunque cada familia o restaurante tiene su receta. La masa ha sido un poco más complicado pero también me ha hecho sentirme más satisfecha al conseguirla. La mayor dificultad era encontrar una masa que no se hinchara, que no fuera de pan, fácil de amasar y flexible, elástica y resistente al frito para que quedara con la consistencia adecuada ¡Lo conseguí! Tras siete combinaciones de masas, entre ellas encontré una óptima y otras dos que no recuerdan a las samosas, pero que son ideales para otras dos recetas.